¿DERECHOS DE LA MUJER O DERECHOS HUMANOS?

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MÁS QUE SOLO TU CUERPO

Como mujer, hay días en los que escondo la cabeza bajo la arena y me avergüenzo de lo que hacen y dicen otras mujeres. En particular, la tendencia a cambiar de dirección que se observa entre la mayoría de las feministas ha hecho que muchas alcen su voz al mismo tiempo (por ejemplo, WomenAgainstFeminism [mujeres contra el feminismo], etc.). A medida que la voz de la igualdad alcanza el punto de mayor intensidad, parece que hemos olvidado para qué era la lucha en realidad.

Cuando se trata del aborto, muchos quieren creer que los derechos de la mujer están en conflicto directo con los derechos del niño. No me cabe en la cabeza cuando dicen: "Se trata del cuerpo de la mujer y de su derecho a abortar". No es como cuando te operan para extirparte un tumor o el apéndice, sino que estamos hablando de una creación humana que se está formando en el centro de la vida: el útero.

Nuestras antecesoras de la igualdad seguro se habrían indignado si nos vieran ahora. Las feministas del siglo XIX clamaron unánimemente contra el aborto. Elizabeth Cady Stanton lo igualó con el infanticidio y proclamó que, si era degradante tratar a las mujeres como propiedad, también lo era que las mujeres trataran como propiedad a sus propios hijos.

¿En qué punto decidimos que nos destruiríamos a nosotros mismos y a nuestras familias en el intento de llegar a ser libres e iguales en derechos y en oportunidades? ¿Qué es lo peor de todo? De todas las operaciones, el aborto es la única a la que las mujeres se someten sin querer saber los detalles de lo que ocurre. La retórica del aborto pinta al niño como un bulto que aún no tiene vida, una masa redonda y pegajosa, un mero conjunto de tejidos… algo que muchos están felices de creer. En realidad, a las cinco semanas, la pequeña “cosa” ya tiene manos, pies, boquita y cuerdas vocales.

"Si era degradante tratar a las mujeres como propiedad, también lo era que las mujeres trataran como propiedad a sus propios hijos".

En la escuela secundaria, algunos de nosotros estábamos preparando una presentación sobre el aborto. Una chica se acercó a nuestro grupo, curiosa por ver en qué estábamos trabajando. Le entregué el montón de notas que estábamos usando para la presentación cuando, de repente, comenzó a llorar.

"No puedo creer que así es como se ve un bebé en esa etapa del embarazo. Nadie me dijo que así era cómo se veía".

Pronto descubrí que la joven estudiante que tenía delante de mí había abortado en el pasado. Sin brindarle la información adecuada, le hicieron creer que lo que crecía en su interior aún no era “realmente” un bebé, y que no tenía por qué remorderle la conciencia a la hora de matar una vida.

Entonces, en nuestra lucha por contar con procedimientos seguros, igualdad de derechos, etc., la pregunta sigue siendo: ¿De verdad quieren las mujeres abortar? Es seguro decir que no es como cuando quieres un café con leche o una casa sin hipoteca. Como cuando James Franco se amputa su propio brazo en la película 127 Horas, una mujer que busca abortar está intentando escapar de una situación mediante un acto de violencia y pérdida de una parte de sí misma. Ese es el ejemplo favorito, ¿no? "Bueno, ¿y qué sucede si es violada?". ¿El aborto es una señal de que es libre, de que hace lo que realmente “quiere”, o es una señal de que está desesperada por librarse de los recuerdos dolorosos?

En una sociedad ideal, que apoye y respete a las mujeres, podríamos encontrar una solución evitando los embarazos no deseados. ¿Cómo? Quizá volviendo a la moralidad y a la responsabilidad sexual. ¿Un niño no es bienvenido en tu hogar y no quieres quedar embarazada? Tal vez no deberías tener relaciones sexuales. Tal vez podrías utilizar algunos métodos anticonceptivos. El control de la natalidad no es en absoluto una solución, pero podemos intentar ser más conscientes como sociedad. Cuando se conciben vidas involuntariamente, podríamos responder con madurez y responsabilidad: casarse, brindar manutención infantil, incluso darlos en adopción es una alternativa mejor que la muerte. Como dice el refrán: "Es mejor haber amado y perdido que no haber amado nunca", podríamos decir: "Es mejor haber vivido en medio de pruebas que nunca haber vivido". Le negamos los derechos humanos básicos a alguien (al que aún no ha nacido) por estar demasiado preocupados por los nuestros.

"Como cuando James Franco se amputa su propio brazo en la película 127 Horas, una mujer que busca abortar está intentando escapar de una situación mediante un acto de violencia y pérdida de una parte de sí misma".

Los niños no tienen la culpa de ser concebidos, y es el colmo de la brutalidad exigir el derecho a matarlos para seguir teniendo sexo sin compromiso ni consecuencias.

Si la crianza de los hijos se va a considerar una carga menor para la mujer, nuestra sociedad debe cambiar la forma en que valora la experiencia, los talentos y las capacidades. Una mujer que se queda en casa con sus hijos debe ser reconocida por la formación que adquieren durante esos años. También necesitamos hombres fieles y dedicados que apoyen a estas mujeres, tanto en la manutención como en el hogar. La flexibilidad y el respeto en el lugar de trabajo podrían ser un buen punto de partida, pero de ninguna manera terminan ahí. Horarios flexibles, días libres, beneficios, etc., son algunas formas de garantizar que las mujeres celebren la oportunidad de tener un hijo, no que le teman.

Las mujeres no deberían necesitar ser hombres para tener los mismos derechos y oportunidades. Ni deberían tener que gritar: "Es mi cuerpo, así que haré lo que quiera con él". Pero para llegar a ese punto, vamos a tener que hacer “algunos ligeros cambios" en nuestra forma de vivir.

-- Leah Sookoo (interna)