Las iglesias se están volviendo temerosas de ofrecernos su apoyo, ya que cualquier enfoque que sugiera la sanidad emocional o la restauración en la sexualidad personal podría etiquetarse de "terapia de conversión" o peor aún, odio anti-LGBTQ. Nosotros, los cristianos que hemos vivido como LGBTQ, ya sea de manera abierta u oculta en nuestras iglesias, lidiamos con nuestra respuesta pública a Cristo. El revuelo por la supuesta “terapia de conversión" demuestra el doloroso desafío de esa búsqueda.
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