"PERDERTE A TÍ MISMO" EN TU MATRIMONIO.

man-in-black-long-sleeved-shirt-and-woman-in-black-dress-888899.jpg

El matrimonio es la cosa más difícil y más grande que harás jamás. A través de el matrimonio eres llamado a “perderte a ti mismo” para ganar muchísimo más.

Cuando escuches a alguien decir que debes “perderte a ti mismo”, quizás puedas no estar de acuerdo, y con razón.

Yo, personalmente, soy muy partidaria de que las personas no deben perderse a sí mismas en un noviazgo, si no comprometerse a encontrarse a sí mismas mucho antes de siquiera casarse. Deberían en primer lugar dedicar el tiempo y energía que requiere conocerse a uno mismo.

Para atraer y sostener un matrimonio sano, los solteros deben volverse lo más sanos y completos posible mientras estén solos, y permanecer de esa manera una vez en el matrimonio. Le dediqué todo mi primer libro a este concepto tan importante.

Pero en la fórmula del matrimonio, hablo de un tipo de “pérdida” diferente. No hablo de la pérdida de identidad, si no de la pérdida de uno mismo. Quizás suenen a lo mismo, pero son completamente diferentes.

La pérdida del ser no tiene nada que ver con perder tu identidad o tu personalidad. No significa que debemos ignorar nuestras necesidades, lo que queremos o deseamos. No quiere decir que olvidamos nuestras opiniones, creencias e ideas, no. Dejar ir a nuestro ser significa una sola cosa: elegir perder todo lo que es malo, para intercambiarlo por lo bueno. Perdernos a “nosotros mismos” significa dejar ir todo aquello que Dios ha dicho que no debemos ser, para ser todo lo que él nos llama a ser.

Cuando podemos ver el matrimonio como una invitación a participar en este hermoso intercambio, nos terminamos volviendo más y más buenos en el camino.

Perdernos a “nosotros mismos” significa dejar ir todo aquello que Dios ha dicho que no debemos ser, para ser todo lo que él nos llama a ser.

Somos invitados a intercambiar nuestro egoísmo por santidad.

Nuestra vulnerabilidad por intimidad.

Nuestro orgullo por humildad.

Nuestras suposiciones por verdad.

Nuestras fachadas por autenticidad.

Nuestra obsesión por adoración.

Nuestra independencia por unidad.

Somos llamados a perder todo aquello que no somos, por todo lo que Dios nos llama a ser.

Nada puede movernos más hacia el hermoso intercambio del matrimonio que el conocimiento sobre la entrega más grande que fue hecha por cada uno de nosotros. Y en este intercambio, el más grande de todos, Jesucristo dio Su vida para redimir nuestras debilidades, nuestros quebrantos, pecados y luchas.

En este hermoso sacrificio, Él cargó sobre Sí Mismo todo aquello que Él no es, para que podamos ser libres, y convertirnos en todo aquello que Él quiere que seamos.

Tal como Cristo volvió a levantarse, nosotros podemos hacerlo también. Tras la lucha de la muerte, siempre viene la victoria de la vida (Romanos 6:11). Aquellos que conocen el sufrimiento de la muerte de Cristo, también lo conocerán en el poder de Su Resurrección. (Filipenses 3:10-11). No importa qué dificultades estás enfrentando hoy, puedes recordar que, a través de Jesús, hay esperanza de resurrección. Hay esperanza de reconciliación. Hay esperanza de redención.

COSTO Y RECOMPENSA

Todo lo que es de valor- y eso es precisamente lo que el matrimonio es, una posesión preciada y valiosa- es costoso.

Las escrituras confirman dicho valor, y dicen que encontrar a una buena esposa es como hallar una piedra preciosa o corona real. (Proverbios 31:10; 12:4). La analogía muestra de cuanta bendición es encontrar a alguien que le añada valor a tu vida. El matrimonio no es solo sobre el costo del sacrificio; es mucho más que eso. Es sobre el gran beneficio y ganancia. Es sobre el hermoso intercambio que ocurre en nuestras vidas cuando dejamos ir aquello que es malo para obtener lo que es correcto. Y, al final, lo que entregamos no es nada comparado a lo que recibimos.

Aunque la entrega tiene un costo, se vuelve barata cuando la comparamos con la gran recompensa que recibimos al final: menos de nosotros mismos, y más de Él. “Él debe crecer, y yo debo menguar” (Juan 3:30). Cuanto más vacíos estamos, más Él puede llenarnos. Cuando somos débiles es cuando Cristo puede fortalecernos. Cuando más damos, mejores somos. Es la ironía del hermoso intercambio que ocurre en nuestras vidas y matrimonios si solo dejamos que nos cambie. Si solo dejamos que nos purifique.

No importa cuál es tu estado civil; si eres soltero, o estás casado, o estás en el medio, puedes permitirle a Dios que utilice las relaciones que ha puesto cerca de ti como una oportunidad para entrar en este hermoso intercambio, que reemplaza más de nosotros, por más de Él. A medida que lo hacemos, podemos ver la transformación en nuestras vidas, y como esto influencia a quienes están a nuestro alrededor..

Porque el matrimonio es un llamado a perdernos a nosotros mismos para volvernos mejores en el camino.