EL OTRO LADO DE AMAR COMO JESÚS

CUANDO LA MAYORÍA DE NOSOTROS ESCUCHA O USA LAS PALABRAS “SOLO ÁMALOS COMO JESÚS”, NOS REFERIMOS AL AMOR INCONDICIONAL Y LA ACEPTACIÓN DE LA PERSONA SIN TENER EN CUENTA SU COMPORTAMIENTO.


Es hermoso y poderoso el momento en que dejamos atrás el juicio y el deseo de castigar para de verdad aceptar a la persona en medio de su pecado y desorden. Esto lo vemos con la mujer que fue atrapada en adulterio (Juan 8); en la invitación al tramposo recaudador de impuestos, Zaqueo, (Lucas 19); con Pedro después de que abandonara y negara a Jesús en su peor momento (Mateo 26); y en el principio general de que “… siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8 RVR1960).

PORQUE SABEMOS QUE DIOS ES AMOR (1 JUAN) Y QUE JESÚS ES DIOS, SABEMOS QUE TODO LO QUE JESÚS HIZO FUE EN AMOR.

Pero nosotros también tenemos que recordar que Jesús no tenía temor de la honestidad ni de llamarles la atención a las personas por sus desastres. Esto lo vemos cuando Él vuelca las mesas en el templo (Mateo 21), cuando confronta a la mujer en el pozo de agua (Juan 4), y cuando le dijo al joven rico que vendiera todo lo que tenía y se fue luego que este no lo hiciera (Marcos 10).

Nosotros hemos usado la frase “Ama como Jesús” para referirnos a “Sé bueno y acepta todo”. Mientras que eso muchas veces es verdad, no es lo que Jesús hizo siempre. Él amó a las personas de acuerdo a su definición de amor, no la nuestra. Yo no estoy diciendo que Él fue malo, sino que Él siempre estaba buscando establecer niveles profundos de amor y redención, y no solo ser amable a nivel superficial.

ÉL IBA TRAS EL PROBLEMA DEL CORAZÓN QUE ESTABA HIRIENDO O RETENIENDO A LA PERSONA. LUEGO, ÉL LOS SALVABA, SANABA ¡Y LOS LIBERABA!

Esta travesía de ser como Jesús y amar como Él lo hace, con frecuencia, nos cambia y nos cuesta algo. A veces, nosotros tenemos que renunciar a nuestra necesidad de tener la razón y aceptar a esa persona quebrantada que tenemos frente a nosotros. Otras veces, nosotros necesitamos renunciar a la comodidad, al deseo de agradarle a los demás y al temor de enojar a alguien por decirle la verdad (aun acompañada con amor). Decimos que no queremos herir a las personas ni sus sentimientos, ni queremos alejarlas de Jesús; pero comprometemos la verdad y, en realidad, estamos permitiendo un comportamiento que, en definitiva, va a herirlas mucho más.

EN REALIDAD, NO ESTAMOS TRATANDO DE SALVAR A LAS PERSONAS DEL DOLOR; ESTAMOS TRATANDO DE SALVARNOS A NOSOTROS MISMOS DE LA INCOMODIDAD O DE NO AGRADARLES.

Una de las historias que más me asusta en la biblia es la de Oseas. Le dijeron que se case con una prostituta que había sido muy promiscua; ella continúa siéndole infiel, pero Dios le dice a Oseas que la encuentre, pague por ella y la recupere otra vez como su esposa. Ve, invierte tu esfuerzo, tu dinero y tu reputación para alcanzar a la persona que está huyendo y te está destrozando el corazón. ¿Por qué? Porque esa es la manera en la que Dios ama. Esa clase de amor me asusta y me desafía; me enseña que no importa lo que hagamos, Él va a entregarlo todo para venir a rescatarnos en nuestro desorden. Él deja a las 99 para rescatar a la que única que falta.

Al otro lado de esta búsqueda constante en nuestro quebrantamiento, sí tenemos la opción y la consecuencia. La parábola del hijo pródigo (Lucas 15:11-32) nos cuenta acerca del hijo que desea que su padre estuviera muerto para poder cobrar su herencia antes de tiempo, ya que él valoraba más al dinero que a su propio padre. El padre le da lo que él estaba pidiendo y el hijo se va a malgastarlo todo en tierras extranjeras y termina viviendo en la miseria con los cerdos. El padre no estaba persiguiendo a su hijo por toda la ciudad, él no le estaba rogando para que se arrepintiera y dejara de hacer lo que estaba haciendo. Así como estaba, con el corazón roto, el padre dejó que el hijo siguiera su rumbo. Cuando el hijo volvió en sí y regresó, el padre agarró su manto y corrió (comprende la vergüenza y evita el castigo) para abrazar y restaurar a su hijo. El padre mantuvo la relación abierta para que cuando el hijo volviera en sí, el padre estuviera allí mismo.

ENTONCES, ¿CÓMO NOS DESAFIAMOS A NOSOTROS MISMOS PARA AMAR ASÍ?

  • 1. Necesitamos redefinir el “amor”
    Nuestra comprensión cultural de lo que es ser cálido, ser agradable, la aceptación y estar bien con todo no es amor genuino. Yo creo que tenemos que mirar cómo Jesús actuó y cómo redefine el amor. Yo no estoy diciendo que seamos malos o abusivos o “todo sobre la verdad y nada de gracia” (como se la ha conocido a la iglesia con frecuencia), pero yo creo que el “amor” debe tener el poder para aceptar a la persona y transformarla en su propósito original (esto es redención).

    2. He comenzado a pensar en el concepto de “apoyar” a alguien
    Un entrenador o un mentor aceptarán con amor a la persona y la desafiarán para que alcance todo su potencial. Ellos le enseñarán cómo crecer y cómo ser lo más completa que puede llegar a ser y, al mismo tiempo, le señalarán los hábitos, los comportamientos o las ideologías que la están reteniendo o la retendrán de ese objetivo. El entrenador o mentor no están siendo malos ni perfeccionistas, ellos están apoyando a la persona; la ayudan a convertirse en su mejor versión. Tú la estás ayudando para su beneficio, no por tu control, tu seguridad o tu reputación. Miramos al corazón para ver qué la cambiará profundamente y la liberará para vivir en plenitud y como Jesús lo hizo.

    3. Quizá necesitemos arrepentirnos o revisar interacciones pasadas
    Para aquellos con los que todavía estamos en una relación (no con extraños), podemos volver atrás y revisar nuestras interacciones. Si reaccionamos de forma exagerada: “Ey, el otro día cuando me dijiste o hiciste _______, reaccioné un poco fuerte y no debí haberlo hecho. Tenía miedo por ti y dejé que el miedo dictara mi respuesta...”; o si tomamos la salida fácil: “Ey, recuerdas el otro día cuando dijiste o hiciste _______, tengo algunas ideas más al respecto. Aunque todavía te amo por completo, me doy cuenta de que no fui del todo honesto porque tenía miedo a ser rechazado o estaba tratando de estar cómodo, y me enfoqué más en mí que en ti. Me preocupa lo que estás haciendo porque...”.

Todos estamos en la travesía de aprender a amar y vivir como Jesús. Cada acción e interacción necesita estar en conexión con Jesús, porque Él sabe lo que la persona necesita para ser libre y ser apoyada. Nosotros no podemos hacer la afirmación general de que “esto debería ser así”. Nosotros podemos ajustar nuestro corazón para que tenga una postura llena de amor y aceptación a la persona que está frente a nosotros; enfocar nuestra mente en cómo debo apoyar a esa persona; y abrir nuestro espíritu para escuchar de Jesús lo que esa persona necesita en ese momento.

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