¿EL MIEDO ESTÁ DESTRUYENDO TU MATRIMONIO?

Durante los primeros diez años de matrimonio, luché con el temor al abandono. Tanto mi padre como mi primer pastor habían dejado a sus esposas por mujeres más jóvenes. Debido a lo que había vivido, permití que en mi mente habitaran pensamientos aterradores sin prestarles la debida atención. No gritaban, susurraban. Eventualmente, todos los hombres se van. No dejes que se acerquen demasiado. Así no pueden decepcionarte.

Este tipo de pensamiento ocasionó que me resistiera aun a las muestras de afecto más pequeñas. Cuando John me abrazaba, no pasaba mucho tiempo para que comenzara a darle palmaditas para poder alejarme. Un día, después de una de mis “palmaditas”, John me preguntó directo: “¿Cuánto tiempo tendremos que pasar juntos antes de que te des cuenta de que no voy a dejarte? ¿Vas a esperar hasta que tengamos setenta?” Me dejó sorprendida. “Voy a esperar el tiempo que sea necesario,” él continuó, “pero nos vamos a perder de la diversión mientras tanto.”

Me di cuenta de que estaba haciendo que John pagara por las decepciones que había tenido con otros hombres. Pensaba: ¿por qué John debería pagar por los errores de otros? Eso no es justo. En un esfuerzo por protegerme, estaba saboteando nuestra relación. Mi miedo de perder a John en un futuro nos estaba robando el presente a los dos. Entonces decidí que prefería amar a John por completo, aun arriesgándome a perderlo, en lugar de amarlo a medias y voltear hacia atrás con arrepentimientos de lo que pudo haber sido.  

El miedo y desconfianza nos impiden avanzar en el matrimonio, pues el temor se aferra de manera tenaz al pasado y se rehúsa a creer que algo mejor puede venir en el futuro. Si queremos que Dios haga algo nuevo en nuestro matrimonio, debemos escoger abandonar el miedo y aceptar lo que el amor traerá en nuestro futuro.

El miedo espera el fracaso, mientras que el amor jamás puede fallar. El miedo es una fuerza espiritual directamente opuesta al amor y protección de Dios en nuestras vidas. Es lo opuesto al amor, pues tanto el amor como el miedo operan desde la creencia en cosas que no podemos ver. El amor nos desafía a dudar de lo que vemos y creer en lo que no vemos. El miedo nos impulsa a creer en lo que vemos y dudar de lo que no vemos. Cuando nos enfrentamos con el miedo al fracaso o la esperanza del amor, podemos escoger creer en una o en la otra, pero jamás en las dos. El temor desplaza al amor; el amor echa fuera el temor.

"...sino que el amor perfecto echa fuera el temor. El que teme espera el castigo, así que no ha sido perfeccionado en el amor. Nosotros amamos porque Él nos amó primero". (1 Juan 4:18-19 NVI)

La capacidad del amor para transformar es mayor que la capacidad del miedo para atrapar. El perfecto amor que echa fuera el temor solo se encuentra en la experiencia del amor de Dios. A través del poder de Su amor podemos dejar de preocuparnos por nosotros mismos, porque sabemos que Dios suplirá fielmente nuestras necesidades. Pero si no pasamos tiempo en la presencia de Dios, no podemos tener un conocimiento íntimo de Su naturaleza amorosa, pues Su fidelidad se manifiesta en Su presencia. Si no conocemos la verdadera naturaleza de Dios, viviremos en constante miedo de que Él o nuestros cónyuges nos abandonen, lo que es un castigo retorcido. Conforme crecemos más y más seguros en el amor que Dios tiene por nosotros, podemos ser libres del temor y ofrecer un amor desinteresado a nuestros cónyuges.

"...Queridos hermanos, amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de él y lo conoce. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor". (1 Juan 4:7-8 NVI)

La fuerte influencia del miedo nos hace decir cosas como: “Si mi cónyuge me engaña alguna vez, nunca lo voy a perdonar”. Estas promesas, que hacemos para protegernos en el futuro, nos impiden abrazar el poder del amor de Dios hoy. Debemos aprender a confiar en que Dios cuidará de nuestros corazones, aun si un cónyuge nos lastima, rechaza o traiciona.

Dios nos ha pedido que le entreguemos nuestros miedos. Negarse a hacerlo le dice a Dios que no creemos que Él sea capaz de dirigir nuestras vidas. No podemos someternos a la soberanía de Jesús sin entregarle nuestros miedos. ¿A qué miedos te estás aferrando? Querido, déjalos ir y observa cómo el amor de Dios te transforma de adentro hacia afuera y te libera para alcanzar tu destino. Al otro lado de tu temor, descubrirás la vida que tanto anhelas.