Más allá del ámbito del pasado sexual, uno debe considerar quién es la persona en el presente. Nosotros servimos a un Dios de gracia y misericordia, que nos arranca de nuestra vieja vida egoísta y nos planta en el suelo de la santidad y la justicia. Para aquellos que tienen una verdadera relación con Jesús, el pasado sexual ya no puede ser el punto que defina sus vidas.
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