Dios crea un hombre y una mujer a Su propia imagen, los pone juntos en un jardín y los bendice para disfrutar por siempre de la bondad de Su creación. Adán canta y Eva baila en sus brazos. Dentro de la bendición y el deleite de Dios, paseaban desnudos en el jardín y disfrutaban del sexo. Dos se convierten en uno en todo lo posible — tocando y besando y retozando y saboreando. En todo esto, están ‘desnudos y sin vergüenza’. ¿Te imaginas viviendo en un mundo sin vergüenza? Nunca fue la intención de Dios traer vergüenza al sexo. En el jardín, cuando Dios tenía el mundo exactamente como Él lo creó y deseaba que fuera, este hombre y esta mujer estaban desnudos y sin vergüenza. Desnudos. Sin vergüenza. Sin comparaciones. Sin fingir. Sin estar a la altura del estándar de belleza de otra persona. Sin lujuria, sin fantasía, sin objetos, sin pornografía. Sin presión por ser alguien más; por ser más delgados, altos, oscuros o atractivos. Adán y Eva están hermosamente desnudos, sin nada que esconder y nada que probar. Los cuerpos son suficientes y la realidad es suficiente. Creados en la hermosa e impresionante imagen de Dios, han encontrado su valor en ser simplemente hijos de Dios. Y fue bueno.
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