PERDONAR EL PASADO DE TU PAREJA: LA PERSPECTIVA

Tenía 19 años y justo me habían echado del Escuela Bíblica cuando conocí a Cait. Todo comenzó porque ella era alguien con la que podía hablar y, para ese entonces, la verdad no tenía muchas opciones. Yo estaba a 2400 kilómetros de mi casa, y regresar después de haber sido expulsado no era una opción. A medida que las cosas fueron evolucionando de una amistad a una relación de pareja, no me tomó mucho tiempo darme cuenta que ella era diferente a otras chicas. Antes de percatarme, me convertí un un cursi enamorado. Yo, la verdad, no había tenido muchas novias en la secundaria, en parte porque me sentía torpe y en parte porque sentía que las opciones eran pocas y lejanas. Puedes imaginarte lo sorprendido que estaba cuando las cosas con Caitlin progresaron más rápido de lo que alguna vez había experimentado con alguien más. En tan solo un mes ya sabía que la amaba. Todavía recuerdo la primera vez que se lo dije. Estábamos sentados en su Jeep rojo, en la parte trasera de un estacionamiento. Nunca antes había usado esas palabras para alguien más, y me di cuenta del significado de ese momento apenas las palabras salieron de mi boca.

Aún con todas las cosas que yo amaba de ella, había un área que parecía demasiado grande como para yo poder dejar atrás: su pasado. Ella empezó a ser sexualmente activa al inicio de la secundaria. Durante esos años, ella había tenido sexo oral muchas más veces de las que podía contar. Y aunque no había tenido coito, la imagen de ella en la parte de atrás de los autos, en un cine o en fiestas practicándole sexo oral a algún chico, comenzaron a acecharme.

Yo había crecido un poco diferente… Verás, yo era “Sr. Pureza”, al menos en mi propia cabeza. Nunca había estado con una chica, mirado porno, estado borracho, etc. Mi historia personal creó arrogancia, y me hizo sentir con derecho a tener a una chica que también fuese “pura”.

Habíamos llegado al punto de la relación en el que yo no podía seguir avanzando hasta no abordar eso. Me consumía la mente. Empecé a hablarlo con gente cercana a mí, y estaba llegando a la conclusión de que no podía casarme con ella. No podía sacarme de la cabeza esas imágenes que me había creado de ella con estos chicos.

Finalmente, decidí que había solo un camino para poder sentirme mejor: le dije que tenía que saber todo lo que ella había hecho. Quería saber con quién, cómo y qué había pasado. Ella estaba preocupada y me dijo: No siento que sea la misma persona que era en ese entonces. Cuando pienso en el pasado, se siente como si fueran los recuerdos de alguien más. Estoy dispuesta a decirte, pero será muy doloroso para mi revivirlo.”

No hablamos de eso de inmediato y, en los próximos días, Dios me habló. Cuando yo estaba orando a Él acerca de Caitlin y su pasado, Él tuvo su opinión y me dijo: “Si no puedes perdonarla, entonces tú no puedes ser pastor. No puedo usar a una persona que predique acerca de mi gracia, pero no la entienda. Si la entendieras, nunca la harías pasar por eso ni se lo reprocharías”

De inmediato, una descarga de lo que significa gracia y perdón comenzaron a fluir en mi mente y corazón. Me di cuenta de lo que le estaba pidiendo, el dolor que le causaría y cuán arrogante yo era al demandar esto. Más que nada, me di cuenta que había malinterpretado la gracia. De repente, las palabras en Mateo 6:14-15 se volvieron más claras para mi:

“Porque, si perdonan a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial. Pero, si no perdonan a otros sus ofensas, tampoco su Padre les perdonará a ustedes las suyas.”

Este versículo no era un ultimátum, más bien era una ventana a mi alma. Si la perdonaba libremente sin hacerla pagar un precio o compensación, entonces eso demostraba que había entendido la gracia de Dios. Sin embargo, si requería más de ella de lo que el mismo Jesús requería de la humanidad, entonces yo estaba en acuerdo con un espíritu de religión.

A partir de ese momento, Dios comenzó a enseñarme acerca de qué era la gracia. Ya ni siquiera seguíamos hablando de Caitlin; el Espíritu Santo me estaba enseñando de la cruz. En Salmos 51:4, David le está pidiendo a Dios perdón por su pecado con Betsabé y por asesinar a su esposo para taparlo. En la oración de David, él le dice esto a Dios: “Contra ti he pecado, solo contra ti”. A primera vista, uno podría pensar que David no solo pecó contra Dios, él pecó contra Betsabé, su esposo Urías y hasta con Joab, por encomnedarle participar en el asesinato de Urías. Este versículo comienza a tener mucho más sentido cuando lo vemos a través del filtro adecuado. Como humanos, tendemos a hacer todo acerca de nosotros. Dios me habló y esencialmente me dijo: “Oh no, es mucho peor que si ella hubiese pecado contra ti. Ella pecó contra MÍ. Si yo puedo perdonarla, tú no tienes derecho a reprochárselo.”

Dios eligió perdonar el pasado de Caitlin (Hebreos 10:17).

¿Cómo me atrevo a aferrarme a algo a lo que ni siquiera nuestro Creador se estaba aferrando?

¿Cómo me atrevo a ejercer un derecho que Dios mismo decidió no ejercer?

Pedirle a ella que recite su pasado en realidad habría contradicho el trabajo que Dios estaba haciendo en ella. El problema no era su pasado, sino mi incapacidad de entender el poder de la gracia. Al pedirle que me contara todo lo que había hecho, estaba haciendo que ella reviviera el dolor. Estaba, en esencia, demandado que ella pagara una pena que ni siquiera Dios le estaba pidiendo que pagara.

Elegí dejarlo ir y no preguntarle nada en lo absoluto. La perdoné y de verdad lo solté dentro de mi corazón. En el proceso, me di cuenta de que Dios me estaba usando para ser parte de su agenda de sanidad en ella. Al perdonarla y mirarla como Jesús lo hizo, me uní a su proceso de sanidad. Esto me trajo al plan de Dios para sanarla, en vez de ser contraproducente.

Para aquellos en mi posición, antes de que demandes conocer cosas del pasado de tu pareja, pasa un tiempo con el Señor. Puede ser que Dios tenga una idea diferente con respecto al próximo paso que necesitas dar. Su guía y sabiduría me permitieron perdonar el pasado de Caitlin y proseguir a casarme con esa chica de la que me enamoré durante todos esos años.