MI PEDIDO SOBRE LA PORNOGRAFÍA
MI TESTIMONIO SOBRE LA PORNOGRAFÍA
Por 12 años ayuné y le pedí al Señor que, de alguna manera, me hiciera dejar de mirar porno. Yo quería que Él evitara que yo sea tentado. Eso no pasó. Yo hubiera querido que sucediera algo extraño, algo en contra de mi voluntad, como “estar pegado al suelo y no poder moverme para ver porno, sin importar cuántas ganas tenga; sé que no debería y lo haría si pudiera, pero estoy pegado al suelo”. Eso no pasó tampoco. No recibí impartición de santidad ni un versículo mágico que quitara mi lucha sexual. Yo era la persona más espiritual que conocía, pero no podía parar de pecar, y no importaba cuán inmediato y sincero fuera mi arrepentimiento o cuán nobles y puras fueran mis intenciones para con todos los que me rodeaban.
No recibí impartición de santidad ni un versículo mágico que quitara mi lucha sexual.
Un mes antes de cumplir 23, me sucedió algo muy particular: estaba lo suficiente sobrio como para ver que estaba atrapado y que, a pesar de mis reclamos, tenía respuestas. Sentí que los años de peticiones confusas al Señor habían culminado en la siguiente temporada de mi vida. El Señor sustituyó mi sanidad con su liderazgo. Me integré a un grupo de chicos que se tomaban muy en serio la búsqueda de pureza y de libertad. Ellos no hacían muchas de las cosas que yo pensaba que deberían hacer, como orar e interceder. Ellos solo hablaban los unos con los otros. Era extremadamente incómodo. Durante los primeros seis meses, yo solo fui capaz de hablar sobre qué tanto había metido la pata y sobre las cosas obscenas en las que estaba pensando. Durante los seis meses siguientes, hablé acerca de mis miedos y de cómo me habían lastimado. Después de eso, empecé a volverme más fuerte: le decía “no” a las personas cuando quería decir “no”. Cuando las personas lastimaban mis sentimientos o cuando yo necesitaba que me ayudaran a suplir una necesidad, se lo hacía saber. Después de tres años de hacer esto, soy una persona que jamás pensé que podría ser: alguien que controla sus emociones y su sexualidad. Ahora mi abstinencia se mide en meses y años, en vez de en días o semanas, y mi libertad se mide según las poderosas decisiones que estoy aprendiendo a tomar.
-- Scott, 26, Kentucky