LA REDENCIÓN DE LOS HOMBRES

suit-691849_1920-e1465322145844.jpg

En violencia doméstica, estos son los eventos que llamamos “traumáticos”. Los que llevan años de esfuerzo para superar. Y si bien el maltrato físico es la definición de lo perverso en las relaciones, parece que dejamos de lado el tormento emocional, esas experiencias un poco menos graves que no nos esperábamos cuando nos invitaron a salir por primera vez.    

Para la mayoría de nosotros, el dolor es muy sutil, pero es sorprendente lo duradero que puede ser. Lo lastimado que puede quedar el corazón por golpes emocionales.

Recuerdo haber sido engañada. Me mentían frecuentemente. Diferentes novios.

Luché por un hombre que no quería luchar por mí.

Fui víctima de abuso verbal, y casi fui víctima de violencia doméstica.

Estuve mucho tiempo en los pensamientos y en la casa de la persona que me gustaba, pero aun así él todavía no estaba seguro de si quería salir conmigo.

Fui consejera de amantes y de esposas.

Yo fui el blanco de bromas de autodesprecio.

Involuntariamente he sido parte de una campaña de difamación de personas, para que otras puedan cubrir mutuamente su reputación dentro de una comunidad eclesiástica.

Perdí amigos de Facebook, quienes me han ignorado en la calle porque decidí que algo no estaba bien.

Tuve que defender mi derecho a coexistir con las otras mujeres de su vida.

En algunos momentos la disputa fue entre un apartamento lujoso o yo. Y mi pareja eligió el apartamento.

He sido controlada por otros.

He experimentado que no me dirijan la palabra por diez minutos en el auto porque no les gustaban mis zapatos, que a mi sí me agradaban.

Me han sugerido hacer la tarea, y por tarea mi pareja se refería a que hiciera más sentadillas.

Me sugirieron comer más. O comer menos.

Una vez mi pareja me dijo que la decisión estaba entre yo y otra chica que le interesaba: terminó saliendo con las dos.

Me prometieron bebés y bodas, pero las promesas nunca se cumplieron.

Coquetearon conmigo pero descubrí que yo era una más del montón solo para satisfacer sus necesidades emocionales.

He quedado expuesta ante un montón de gente que sabía quien era yo, pero que yo no te podría decir sus nombres.

Han habido personas que me han dejado por no querer acostarme con ellos. Otros me han dejado por haberme acostado con ellos.

Fui la niña de sus ojos una semana, y una total desconocida la siguiente.

Solía sonreir de oreja a oreja cuando por fin descubrí los engaños tan mal elaborados de parte de estas personas. Mi  sonrisa desaparecía rápidamente cuando supe por cuánto tiempo me habían mentido.

Pero no digo esto para que me tengan lástima. No lo digo para recordar algunas de las peores relaciones que tuve que soportar.

LO DIGO PARA MOSTRAR LA REALIDAD A ESAS MUJERES QUE DICEN QUE LOS HOMBRES BUENOS YA NO EXISTEN.

 

“¿Cómo se te ocurre empezar el artículo con esas historias de terror de sus encuentros con hombres y esperar que mantengamos la esperanza?” las escucho decir.

Yo misma afirmé que no había hombres sanos.

Lo dije más veces en mis días como cristiana que en mis días como atea. Me parecía encontrar más problemas en los hombres que anhelaban a Dios pero se olvidaban de la bondad. El problema es que yo estaba operando desde un dolor desesperanzado, estaba buscando evidencia sustancial; historias que confirmaran que los hombres no eran amables. Después de tanto dolor, de todos mis antecedentes de citas problemáticas- ¿qué esperanza se podría tener?

No es algo que se diga por ser una persona negativa o amarga, sino que estas palabras salen de un corazón que ha sido tan lastimado que comienza a ver la realidad con una visión más oscura con el fin de protegerse o alejarse de lo que lo lastima. Al tener nuestra visión de realidad nublada o borrosa, comenzamos a aislarnos para evitar romper nuestro corazón, pero esto inevitablemente nos lleva a dejar de ser vulnerables. Creemos que esta perspectiva pesimista es realista, sin embargo, la vulnerabilidad es lo que más nos protege y la desesperanza es lo que más nos impide amar.

A pesar del sufrimiento que he pasado, detrás de la frase “prolongado sufrimiento” hay hombres que redimen todas esas historias, que hacen que el arcoiris brille sobre lo oscuro y engañoso.

Ellos están ahí. Una vez que hayas limpiado los lentes de tu visión.

A veces, con tener en claro tu propósito, un poco de amor propio y amigos que te adoran puedes limpiar esos bifocales por tu cuenta. Otras veces hace falta encontrarse con un gran hombre.

Así es como la redención llegó a mi vida.

Hubo hombres que halagaron cada aspecto de mi vestido. Incluso los mismos zapatos que el hombre anterior odiaba.

Me volví el espejo de sus afirmaciones.

Recibí su honestidad con una sonrisa de disculpas y un cambio de comportamiento.

No tuve que levantar la voz nunca, porque ya había sido escuchada.

Confiaba en sus siguientes pasos.

No necesité ni la mitad de los límites básicos porque finalmente el hombre era quien ponía límites propios.

Encontré hombres que se disculpaban en el momento – no un año después.

Hubo hombres que sacrificaron dinero, viajes y sueños por el día solo para poder verme.

Encontré hombres que pedían consejo a pequeños grupos sanos de amigos. No eran hombres que buscaban consuelo de un montón de gente rota.

Descubrí la grandeza en la humildad de un hombre que dice la verdad a pesar de que le pudiera lastimar el orgullo.

Descubrí hombres que preferían tener mi alma antes que un dúplex elegante.

Ya no tenía que preguntar “por qué”, ya que cada hombre cumplía con lo que decía.

Me amaron en mi complejidad y en mi diversidad.

Me amaron tanto siendo un desastre que mi perfeccionismo huyó por la ventana.

Descubrí la seguridad en mí misma porque él no dependía de mi confianza en él- él confiaba en sí mismo.

Me hicieron preguntas en vez de acusarme.

Si necesitaba algo, era un placer para ellos ayudarme, por lo que ya no me veían como una carga.

Me confrontaron amablemente con palabras dulces y con la confianza en poder resolver las cosas.

Ya no era culpada por el comportamiento de otros. Él se hacía cargo de todo lo que hacía.

Lo satisfacía, sin usar mi cuerpo.

 

ESOS SON LOS REDENTORES. LOS GRANDES HOMBRES. QUIENES VIENEN A RESTAURARTE DE TUS EXPERIENCIAS PASADAS. ESOS SON LOS QUE SIEMPRE HABLARÁN BIEN DE TI, A PESAR DE QUE LES DUELA HABERTE PERDIDO.

 

Se los prometo: a ustedes que están allí, preguntándose si quedan hombres buenos. Preguntándose si hicieron algo mal. Si son demasiado grandes. Si son demasiado jóvenes. Si no valen la pena. Si son demasiado exigentes. Si son muy, muy, muy…

Deshazte de todas sus dudas para no dudar tanto de los hombres. Derriba ese muro protector para no estar destilando desconfianza. Lleva tu discernimiento al siguiente nivel para no tener que llevar otra historia de terror a tu galpón de las malas experiencias, y eleva tus estándares para encontrar hombres amables, gentiles, valientes, hombres con corazones justos pero con la capacidad de aprender a disculparse y a crecer. Nunca estuvimos buscando perfección, queríamos humildad. Y tiene que empezar por nosotros.

El problema nunca fue qué tan buenos eran los hombres que quedaban, era sobre cuánto creíamos merecerlos en primer lugar.