PONTE TU PROMESA DE NUEVO

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Compré mi anillo de pureza cuando tenía quince años. Recuerdo todo sobre ese día. Recuerdo estar tan emocionada de entregarle toda mi vida a Dios y hacer la promesa que esperaría a tener relaciones sexuales hasta que me casara. De forma orgullosa use ese anillo y amaba cuando me preguntaban lo que representaba porque eso quería decir una oportunidad para compartir sobre mi fe. Busqué a Dios año tras año y continuaba manteniendo mi promesa, aunque no siempre era fácil. Me encantaba animar a otros a que tomaran la misma postura y muchas veces guíe. Canté o hablé en conferencias por esta causa. Era genial. Sentía que estaba haciendo una diferencia al decirles a los jóvenes que no todos “estaban teniendo relaciones”, que había personas esperando. Luego vino el día en el que me di cuenta de que ya era mayor. Estaba en la década de mis treinta y AÚN tenía puesto este anillo. Pensé que mi postura mostraría que Dios puede confiar en mí, que ya estaba lista para casarme, lista para darle a mi esposo ese anillo. Hasta lo planifiqué cuando era más pequeña. Le escribiría la carta más hermosa y se la daría con el anillo justo antes de caminar por el pasillo. Sería un momento tan especial que hasta él lloraría.

Llegó el día cuando empecé a ver otros que una vez estuvieron en mi grupo de jóvenes o en la iglesia para niños casándose y yo seguía aquí AÚN con este anillo. Pensamientos del enemigo me hicieron sentir avergonzada. Permití que cambiara mi forma de ver al anillo. Una chica de quince años, tan orgullosa de su anillo se convirtió en una mujer avergonzada que aún lo usaba. Hace un par de años, me quité el anillo, no en renuncia a mi promesa a Dios, pero cansada del recordatorio que parecía que yo estaba haciendo mi parte, pero que Dios se había olvidado de la suya.

Perdí mi confianza en su promesa. Renuncié a la idea que pasaría. Me convertí en una persona de doble ánimo. Mis oraciones por mi future esposo estaban llenas de dudas. El amor de Dios es tan grande que envió a personas a que hablaran a mi vida para ayudarme a ver dónde estaba viviendo. Pedí perdón a Dios por mi duda y renové mi confianza en Su promesa y finalmente, me puse el anillo otra vez.

Desde que me puse el anillo otra vez, el disfrutar mi vida empieza a cambiar. Cuando veo una boda, se vuelve un recordatorio no de mi soltería, sino de mi promesa. Puedo verdaderamente celebrar con otros sabiendo que un día yo también celebraré. Esta forma de pensar me permite vivir en libertad y se siente asombroso. No siempre es fácil y debo ser intencional al tomar la decisión de pensar de esta manera cada vez que veo a una linda pareja en Instagram, pero eso es lo que escojo. “Todas las promesas de Dios son en Él si y en Él Amén”.

Si estás en una temporada similar, mi aliento es que expongas cada mentira. ¿Cuáles son los pensamientos que piensas? Las mentiras por lo general suenan así: “Nunca sucederá. Dios se olvidó de mí. A nadie le gusto. Mi última relación no funcionó, entonces significa que me quedaré soltera por siempre”. Seguramente nunca has pensado esto, ¿cierto? Probablemente solo soy yo ;) .

Aquí está el asunto: estos pensamientos vinieron de una emoción o sentimiento; no vinieron de la verdad de Dios. Cuando le pregunté a Dios si un día me casaría y respondió con un sí y también lo confirmó a través de otros creyentes, entonces la verdad de Dios para mi era un sucederá. Su Palabra nos dice, “Porque sol y escudo es Jehová Dios; Gracia y gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad.” (Salmo 84:11).

¿Hubiera deseado que Dios me diera una línea del tiempo? Eso hubiera sido mucho más fácil, pero es aquí donde mi fe puede fortalecerse. ¿Confío en Dios? ¿Creo que lo que dijo realmente pasará? ¿Creo que es capaz?

Si tu respuesta es no a las preguntas de arriba, entonces hay una oportunidad para que indagues más profundo en tu relación con Dios y encuentres el por qué detrás de tu respuesta. Si contestaste que sí, entonces hay una oportunidad para que tu fe incremente conforme crees por las cosas que aún no has visto. Para alguien que ha escuchado “Solo espera en Dios, valdrá la pena”, mucho más de lo que puede recordar, y que se siente que toda su vida ha esperado, te salvaré de ese aliento sobre usado. En vez, te diré “solo cree que DIOS LO HARÁ; valdrá la pena”. Cuando vivo todos los días creyendo que Dios lo hará, aún a través de mis desilusiones, puedo encontrar paz y gozo porque creo que Dios cumplirá conmigo.

Te animo hoy a que te pongas las promesas de Dios otra vez, sea lo que sea, y que creas que Dios hará grandes cosas.