LA RENDICIÓN DE CUENTAS POR EL PECADO NO ES CONDENA, ES UN CAMINO HACIA LA LIBERTAD

Hace unos años viajé a Rumanía, poco después de la caída del comunismo. Una de las cosas que aprendí sobre este país es que las personas tenían que mentir para sobrevivir durante el régimen comunista. El gobierno odiaba a los cristianos, entonces la confesión podría llevarlos al encarcelamiento de sus hijos, el asesinato de sus padres y/ o la violación de sus mujeres.

Estos altos riesgos que tenía la confesión dieron como resultado una cultura en la que las personas recurrían a la mentira para protegerse y, por lo tanto, era extremadamente difícil para ellos llegar a ser íntegros. Déjame explicarte por qué…

Como sabemos, el apóstol Juan dijo que “si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad” (1 Juan 1:9).  Por lo tanto, el primer paso para llegar a la plenitud es la confesión. Para el pueblo rumano, el costo de decir la verdad siempre fue demasiado alto, porque exigía que fueran asesinados o encarcelados por su honestidad. Entonces, por supuesto, ¡pueden ver por qué mentir sería tentador e incluso podría convertirse en parte de su estilo de vida! Encuentro la misma cultura creciendo ahora en las esferas políticas y religiosas, donde las personas son desafiadas a confesar sus pecados y las cosas que han hecho incluso hace años... pero cuando lo hacen, se enfrentan a represalias que van mucho más allá de rendir cuentas. A menudo perdían su trabajo, su familia y las cosas que son más importantes para ellos. ¡Una vez más, una cultura de castigo le pone un alto precio para la honestidad y la vulnerabilidad y crea ambientes donde las personas permanecen atadas a la enfermedad del alma, al pecado y a la vergüenza!

Probablemente todos mentiríamos bajo ciertas circunstancias... por ejemplo para salvar las vidas de nuestros hijos, o quizás, según nosotros, para salvar nuestro matrimonio. Hace poco, en los Estados Unidos, tuvimos una situación en la que un juez supuestamente hizo algo malo hace 36 años y los medios de comunicación lo desafiaron a confesar. Resulta que probablemente no era culpable de lo que se le acusó, pero considerando que el castigo por confesar es tan grande, no creo que muchas personas podrían culparlo si él hubiese sido tentado a esconder lo que pasó detrás de la vergüenza. Si creas una cultura de castigo, ¡también crearás una cultura donde es difícil para las personas decir la verdad!

CONFESIÓN: EL CAMINO A LA SANIDAD ESTÁ EN EL PERDÓN QUE COMIENZA CON LA CONFESIÓN.

¡Parte del desafío es que a veces las personas confiesan, pero nunca se arrepienten! Se vuelven adictas a lo que sentimos cuando llevamos nuestros pecados a la luz y el peso de la vergüenza se va. La verdad es que muchas veces el confesar no implica un verdadero arrepentimiento o un cambio de comportamiento. La confesión es importante, pero si crees que es el único paso hacia la plenitud, ¡te estás perdiendo la restauración completa!

ARREPENTIMIENTO: SIGNIFICA ALEJARSE DEL PECADO Y REALMENTE CAMBIAR LO QUE PENSAMOS DE ELLO.

La Biblia habla del FRUTO de arrepentimiento en Mateo 3:8 “Demuestren con su forma de vivir que se han arrepentido de sus pecados y se han vuelto a Dios” (NTV).

La verdadera rendición de cuentas permite que quienes confiesan sean realmente transformados. De esa manera, las personas no solo se libran de sus penas con la confesión habitual, sino que intencionalmente se alejan de sus pecados y caminan en libertad.

RENDICIÓN DE CUENTAS: QUE IMPLICA PEDIR CUENTAS DE LO QUE SE HACE, NO CONDENAR.

Algunas personas leen esto y piensan: "¡Bueno, los cristianos no deberían juzgar a otros!”

Eso es cierto, ¡pero no me refiero a eso! Estoy hablando de juzgar el FRUTO en la vida de alguien como bueno o malo. Veamos el ejemplo que Jesús puso...

Cuando Jesús habló con la mujer sorprendida en adulterio en Juan 8, Él dijo: "'... ¿Ya nadie te condena?' Ella dijo: 'Nadie, Señor'. Y Jesús dijo 'tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar'." (NVI)

Jesús le dijo que se fuera y que no pecara más. ¡También dijo que esta exhortación no era condenación!

¡Traer a las personas a un lugar de rendición de cuentas por sus fallas (el mal fruto en sus vidas) de una manera amorosa y honorable no es condenación, es más bien un camino a la sanidad, la plenitud y la libertad!

CREAR UNA CULTURA DE ARREPENTIMIENTO COMIENZA CONTIGO.

Si quieres crear una cultura donde la vulnerabilidad es la norma y la restauración es el objetivo después de que las personas fallen, ¡debes empezar modelando esto tú mismo!

Aprendí esta lección hace años cuando mis hijos eran adolescentes. Me enojé con Kathy delante de ellos y la traté irrespetuosamente. Una hora después, me disculpé y ella me perdonó.

Más tarde me di cuenta de que le había faltado el respeto a Kathy frente a mis hijos, así que necesitaba disculparme con ellos por ser un mal ejemplo de esposo, o crecerían creyendo que mi comportamiento estuvo bien. Al día siguiente reuní a los chicos y le pedí a Kathy y a cada uno de ellos que me perdonaran.

—Está bien, papá —dijeron, un poco molestos de que lo estuviese tomando como gran cosa—. Te perdonamos. ¿Nos podemos ir ya?— insistieron.

—Se pueden ir —les respondí. Yo estaba feliz de terminar con esto tanto como ellos.

Una semana después, uno de nuestros chicos entró en la cocina y comenzó a ser sarcástico con Kathy. Entré en la cocina y le dije: —No tienes permiso para hablarle así a mi esposa.

—¡Tú fuiste grosero con mamá el otro día! —me respondió.

—Sí —continué diciendo— pero me perdonaste. El perdón restaura el estándar. Cuando me perdonaste, renunciaste a tu derecho de actuar de la misma manera que yo. Tu perdón me devolvió al lugar de honor. Me arrepentí. El arrepentimiento significa ser restaurado por completo.

—Lo siento, mamá. No debería haberte hablado así —dijo humildemente.

—Te perdono, hijo —respondió ella y lo abrazó.

9 MANERAS DE LIMPIAR TU DESORDEN DESPUÉS DE FALLAR

Es muy importante que después de que confesamos y nos arrepentimos, produzcamos el fruto del arrepentimiento, que generalmente comienza con limpiar nuestro desastre, como dice mi amigo Danny Silk. El pecado es como dejar caer un cubo de cinco galones de pintura en una habitación y preguntarse, ¿quién se llenó de pintura? ¿a quién afectó nuestro pecado? Todas esas personas merecen nuestra confesión y arrepentimiento. ¿Necesitas ayuda con eso? ¡Aquí hay algunos pasos prácticos para una nueva vida después de haber fallado!

1) Admite que te equivocas y que fue culpa tuya, de nadie más.

2) Pregúntate cuál es la verdadera causa de tu fracaso... ¿qué es lo que realmente está mal en el fondo?

3) Arrepiéntete; arrepiéntete de verdad y cambia tu manera de pensar sobre aquello por lo cual fallaste.

4) Limpia tu desorden; pide perdón a todos y a cualquiera a quien tu fracaso haya afectado. No importa si ellos también fallaron. ¡Eso no es asunto tuyo cuando intentas cambiar tu propia vida!

5) Encuentra a alguien que sea fuerte en el área en la que fallaste y pídele que te guíe y discipulo.

6) Pídele a Dios que te de fuerzas cada día para cambiar tu vida. Cuando caigas, ¡vuelve a levantarte y no sientas lástima por ti mismo!

7) Rehúsate a rendirte; ¡no pongas excusas para tus errores ni te defiendas cuando seas corregido! Recibe la retroalimentación de personas sabias en tu vida.

8) Perdónate a ti mismo porque Dios te ha perdonado. Rehúsate a vivir en el remordimiento del pasado.

9) ¡Ten un gran SÍ en tu vida; encuentra una razón para vivir para Jesús y un propósito por el cual estés dispuesto a morir!

EL ARREPENTIMIENTO DEL PECADO TRAE LIBERTAD, NO CONDENACIÓN.

Los fracasos de los que nos hemos arrepentido ya no son el estándar al que debemos inclinarnos. Cuando le pedimos a Dios y a aquellos a quienes lastimamos que nos perdonaran, fuimos colocados de nuevo en el lugar alto que Dios nos asignó. ¡La verdad es que el perdón restaura el estándar de santidad en nosotros y a través de nosotros!

Cuando te arrepientes, ¡tienes permiso para vivir feliz para siempre! Ese es el regalo de Dios para ti. Se llama misericordia y gracia. Misericordia significa que no recibes el castigo que mereces, pero gracia significa que sí recibes la bendición que no ganaste. Todo esto fue pagado cuando Jesús murió en la cruz. Jesús no sólo murió por ti, Él murió como tú. ¡Tú puedes vivir como si nunca hubieras fallado!