EL LADO POSITIVO REDENTOR DE LA REVOLUCIÓN SEXUAL

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No puedo evitar imaginar que la National Equality Act (Ley de igualdad de género nacional de Estados Unidos) sería completamente innecesaria si, históricamente, los cristianos hubiesen ofrecido esperanza, consuelo y sanidad emocional a las personas que experimentan el rango de emociones y sentimientos que ahora llamamos "LGBTQIA+". Quién sabe por qué fallamos. Por siglos, el estigma y la vergüenza asociados al sexo han causado mucha destrucción dentro y fuera de las iglesias. La vergüenza en torno a la sexualidad ha afectado a los Estados Unidos desde el aborto hasta el divorcio, y hasta la transición de género. Nuestro propio esfuerzo de traer una solución, la Revolución Sexual, difícilmente ha sido el alivio que habíamos esperado. El fruto de esta revolución a gran escala es la degradación de la familia y de la responsabilidad sexual que vemos hoy en día en una cultura dirigida por Tinder y la pornografía. Aun así, el lado positivo de la Revolución Sexual puede muy bien ser nuestro deseo de ver y decir sin vergüenza todo lo relacionado a lo sexual. Al final, nuestra habilidad de ser transparentes y vulnerables acerca de nuestra sexualidad y su formación sí podría ser una respuesta a la oración.

Durante los últimos 30 años, la cantidad de tiempo transcurrido desde que salí del armario por primera vez como lesbiana, he visto la respuesta a los temas LGTBQ cambiar drásticamente entre los cristianos. En el seminario, mis amigas más cercanas y yo, como lesbiana “que había salido del armario”, habíamos tomado notables riesgos al afirmar que éramos cristianas mientras vivíamos la experiencia LGBTQ. Muchas de nosotras fuimos expulsadas de nuestra iglesia local y muchas de nosotras perdimos a nuestras familias. Algunas persiguieron su llamado como pastoras —respondiendo al amor de Jesús— al asistir a seminarios evangélicos mientas de manera secreta tenían una vida encubierta. Algunas fueron descubiertas, "sacadas del armario", y expulsadas. Nos habíamos reunido en uno de los pocos seminarios denominacionales dispuestos a ofrecer de manera abierta entrenamiento pastoral y bíblico para personas LGBTQ. Nosotras no podíamos aún ser ordenadas o casarnos con nuestras parejas, pero podíamos perseguir de corazón nuestro servicio a Jesús con la esperanza de que eso cambiaría.

Yo y quienes eran como yo intentábamos ser pioneros en liderar un camino para que el grupo LGBTQ conocieran y siguieran a Cristo. Asumimos que no había liberación, sanidad ni libertad porque nunca habíamos escuchado que existieran. O si existían, era a través de años de consejería que tenía un final incierto. Esto, por supuesto, es la divina ironía de Dios sobre mi propia vida. No he experimentado deseos por mi mismo sexo en años y ya no me identifico como lesbiana. Él me ha guiado hacia un paradigma enteramente nuevo.

Creo que las iglesias que tenían el poder y la autoridad en Cristo para brindar sanidad física y milagros reales se vieron demasiado afectadas por la vergüenza en torno a la sexualidad para ofrecer sanidad plena, o incluso luchar por la sanidad plena, a las personas LGBTQ. No puedes superar lo que no se ha traído a la luz. En los últimos 30 años, he observado la culminación de la idea de que uno nace gay. Hoy en día, la mayoría cree que LGBTQ es una realidad innata e inmutable en la vida de uno y que hacer cualquier cosa que no sea afirmar ese comportamiento puede causar la muerte. Suponemos que Dios nos hizo de esa manera y que, de hecho, la homosexualidad no es pecado después de todo.

Sin embargo, esa idea maduró mientras la mayoría de los cristianos estaban dispuestos a callar sobre el sexo y la sexualidad. Ahora, las cosas están cambiando. Hemos llegado a un punto en el que las personas son más hábiles para hablar sobre la sexualidad con autenticidad. Podemos ser vulnerables y sinceros sobre cosas que antes eran completamente tabú. Esto es "revolucionario" y será uno de los factores más importantes para la salvación de las personas LGBTQ.

Incluso hoy, muchos cristianos que experimentan atracción por el mismo sexo o cualquier tipo de confusión de género tienen muy pocas opciones. A menudo sienten vergüenza y miedo. Siguen corriendo riesgos dentro de sus congregaciones. Si alguien supiera acerca de sus sentimientos ocultos, podría pedírseles que ya no oren como autoridades del ministerio, o podrían ser expulsados de su equipo de adoración, o se les podría prohibir estar donde se cuida a los niños. Además, el clamor violento de la comunidad LGBTQ no ha ayudado. Muchos cristianos ahora temen cualquier conversación sobre la sexualidad, preocupados de que serán humillados o, peor aún, acusados de abuso. Como resultado, el cristiano que siente atracción por el mismo sexo y que está buscando vivir con convicción bíblica es silenciado o redirigido a la cultura LGBTQ, incluso cuando esta cultura está en desacuerdo con su fe. Ha habido pocos espacios donde una persona puede abrirse acerca de sus deseos sexuales y encontrar apoyo, aliento y sobre todo la esperanza de creer que Dios es bueno y que Él restaura.

Muchos de nosotros soñamos con iglesias que podrían haber caminado sin vergüenza con Lonnie Frisbee para que no hubiera estado expuesto al sida. O la iglesia que podría haber protegido y empoderado mejor a Paul Caine. Estos grandes hombres son solo dos de los líderes dados por Dios que han estado en la línea entre ser expulsados de la iglesia o llevar a la iglesia a la gloria. Creo que lo que se necesita es el ministerio de todo el cuerpo de Cristo, donde las heridas de identidad únicas que se relacionan con la sexualidad sean abordadas con el tiempo a través del discipulado, la mentoría y los encuentros con el poder de resurrección de Jesús. Ese ministerio que sea un lugar en donde a los hombres y las mujeres ya no se les pide que aborden su quebrantamiento solos y donde puedan ser celebrados por su rendición a Jesús.

Hay más de lo que se ve a simple vista cuando se trata de la atracción por el mismo sexo. No es simplemente un impulso físico que vale la pena aceptar, ni es simplemente un pensamiento para capturar y controlar. Hay años de percepción, juicios, hormonas y creencias que abordar. Aun así, una cosa está clara: Dios tiene respuestas y Él está dispuesto a llevarnos a las profundidades del autoconocimiento para encontrarlas. Sin embargo, ese viaje no está a disposición de la mayoría de las personas que experimentan atracción por el mismo sexo. Las personas LGBTQ no saben que existe, y la mayoría de las comunidades cristianas no ofrece el amor incondicional que se requiere, pero este es el momento. Aquellos de nosotros que ya hemos recorrido el camino estamos dando testimonio.

Algunos encontrarán el camino, y aquellos que lo hagan tendrán el testimonio de una generación que dice: “¡Él vive!”. Habrán experimentado la belleza de la rendición total a Jesús y sus recompensas. Sobre todo, habrán allanado un camino dentro de los círculos cristianos para poder ser abiertos acerca de sus debilidades mientras son empoderados para alcanzar la sanidad plena. Eso crea una humildad única que invita a la relación y la intimidad. Además, podría ser un factor para la restauración de la estructura familiar que el apóstol Pablo imaginó para el cristianismo.

Nada es imposible para Dios. No asumamos que nuestra sexualidad es más de lo que Él puede manejar.