CÓMO DIOS RESTAURÓ MI MATRIMONIO

En Lucas 15, Jesús cuenta tres parábolas sobre cosas "perdidas": una oveja perdida, una moneda perdida y un hijo perdido. En cada historia, la pérdida no es total. El pastor sigue teniendo noventa y nueve ovejas sanas y salvas. La mujer sigue teniendo nueve monedas. Y el padre aún tiene otro hijo en casa. Aun así, el pastor, la mujer y el padre no pueden descansar hasta que recuperan lo perdido. ¡Y cuando lo recuperan, organizan una gran fiesta con sus amigos para celebrarlo!

En estas parábolas, lo perdido revela el valor de lo no perdido. La búsqueda apasionada y la celebración apasionada nos muestran lo valiosos que la oveja, la moneda y el hijo eran.

En algún punto en mi familia y en la de Sheri, algunas cosas se perdieron. No sabemos con exactitud cuándo o cómo se perdieron y, durante mucho tiempo, no nos dimos cuenta de que se habían perdido. Empezamos a darnos cuenta de la verdad cuando Dios nos encontró y Él nos llevó a una comunidad de creyentes cuyos matrimonios, familias y amistades eran muy diferentes a aquellas con las que nosotros habíamos crecido.

Básicamente, nosotros nos dimos cuenta que la caja de herramientas relacionales que nos habían entregado nuestros padres y familias era una caja de herramientas rotas. Los dos heredamos un legado de múltiples matrimonios fracasados y rupturas familiares. En algún punto, la mayoría de las herramientas necesarias para construir una conexión fuerte y amorosa que duraría toda la vida se destruyeron u olvidaron.

Sin embargo, nosotros nos dimos cuenta que algo mejor era posible para nosotros que repetir los viejos ciclos de ansiedad, autoprotección, irresponsabilidad, impotencia, conflictos no resueltos y desconexión. Queríamos mantener nuestras promesas de amarnos y protegernos el uno al otro hasta la muerte. Queríamos vivir en un pacto de amor y seguridad, un lugar que permitiera que nuestro mejor yo apareciera y se deje ver y conocer. Queríamos dejar un mejor legado relacional, no solo para nuestros hijos y nietos, sino para todos aquellos con los que nos relacionamos.

Y fue así como fuimos en busca de lo que se había perdido. Fue una larga búsqueda. Nos llevó más de una década buscar y encontrar las herramientas relacionales que necesitábamos para transformar por completo nuestra forma de pensar, nuestro comportamiento, y la cultura y la calidad de conexión en nuestro matrimonio, familia y relaciones.

Lo único que creo que podemos atribuirnos el mérito razonablemente en esa búsqueda es de que no nos rendimos. Hubo muchos momentos de dolor, frustración y desánimo en los que rendirse era demasiado tentador, cuando parecía que nunca encontraríamos la manera de salir de los viejos ciclos y fortalezas, cuando sentíamos que no lo lograríamos. Sin embargo, nos negamos a tirar la toalla y retirarnos. No sabíamos si alguna vez llegaríamos a donde queríamos ir, pero sabíamos que darnos por vencidos solo sería la rendición final al pasado roto del que intentábamos escapar.

Por supuesto, incluso negarnos a renunciar no es algo que hayamos hecho con nuestras propias fuerzas. Dios y las personas que Él había puesto a nuestro alrededor no nos permitieron renunciar. Siguieron animándonos a ir más alto, animándonos a tener esperanza y a creer que ese sueño de tener una familia saludable que perseguíamos se haría realidad.

Repito, esto no sucedió de la noche a la mañana. Pero año tras año, nosotros continuamos buscando a Dios y permitiéndole a Él confrontar y lidiar con los vacíos que había en nuestra caja de herramientas relacionales, sanándonos del pasado y equipándonos para hacer cosas que nunca habíamos tenido como modelo mientras crecíamos: construir la conciencia emocional y la honestidad, confrontar valiente y respetuosamente, intercambiar retroalimentación saludable, limpiar nuestros desastres con arrepentimiento genuino y perdón, hablar los lenguajes del amor del uno y del otro, alentar los sueños del uno y del otro, y muchas cosas más.

Es difícil describir lo que ha sido vivir con una caja de herramientas relacionales saludables y con las habilidades para usarlas con eficacia. Esto es... bueno, me imagino que es algo parecido a lo que el pastor, la mujer y el padre sintieron cuando volvieron a tener lo más preciado que habían perdido: pura alegría y gratitud. Existe un valor y aprecio por lo que tenemos que no creo que lo tuviésemos si estas cosas nunca se hubieran perdido y vuelto a encontrar.

Es también algo así como el orgullo y el placer de un agricultor que tomó un campo lleno de espinas y plantas tóxicas, las desenterró con esmero, abonó y replantó la tierra, y finalmente comenzó a disfrutar de una cosecha de deliciosas frutas y verduras. Durante las últimas dos décadas, nos hemos deleitado con el festín de los frutos de la conexión saludable: la alegría, la paz, el amor, la seguridad y la esperanza. Y vaya si saben bien.

Esto es lo que sucede cuando Dios restaura lo que se ha perdido en tu vida y tú empiezas a vivir en esa restauración. No puedes guardártelo para ti mismo. Esa caja de herramientas, esas habilidades, y el jardín que cultivaste con estas no son solo para ti. Ahora, tú tienes el privilegio de colaborar con Dios para restaurar lo que se ha perdido en la vida de otros.

Este es el mensaje que arde en nuestros corazones. Cuando nosotros observamos alrededor del mundo en el que vivimos, vemos que lo que se perdió en nuestras propias vidas se ha perdido en muchas otras. La mayoría de las personas en nuestra sociedad actual son hijos de padres divorciados. La desintegración familiar y relacional nos ha afectado a todos hasta cierto punto. Pero no importa tu historia de herramientas rotas y relaciones fracasadas, tú puedes construir un nuevo futuro y dejar un mejor legado para tu cónyuge, hijos, nietos, amigos, compañeros de trabajo y comunidades.

Dios es el gran restaurador, el que llena los vacíos. Él es capaz de levantar los pedazos y traer sanidad como nadie más, la sanidad que no solo hace que vuelvas a funcionar, sino que te transforma en una persona que puede ayudar a traer sanidad a otros. Si has estado en la búsqueda de recuperar lo que se ha perdido en tu vida y en tus relaciones, y te sientes cansado esperando progresar, te ruego que ¡no te rindas! Sigue buscando, pidiendo y llamando a la puerta. El Padre no te está reteniendo nada; Él está buscando tu restauración aun con más pasión, a pesar de lo que ves, y la llevará a cabo. Lo que Él hizo por nosotros, lo hará por ti.

En definitiva, el corazón de Dios para esta generación afectada por la ruptura de familias y relaciones es que nos convirtamos en los restauradores de familias y relaciones. Porque cuando tú pierdes algo, sientes el dolor de haberlo perdido y luchas para recuperarlo, tú lo ves, lo atesoras y lo celebras por lo que es.

Paz,

Danny