Moral Revolution

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PERMANECER ENAMORADOS DURANTE UNA CRISIS


Mientras nos sentábamos uno frente al otro en un restaurante sencillo, sentí que éramos esa pareja de ancianos que ves en los restaurantes, que se ha quedado sin cosas que decirse. Era noche de cita. Teníamos una niñera. Teníamos el tiempo. Incluso teníamos el dinero, pero nos estaba costando encontrar cosas de las cuales hablar. Me sentí de 80 años. Pesada y agobiada por la vida.

Después de años de manejar crisis, nuestro matrimonio estaba estancado en la rutina. Una rutina estable. Una rutina en la que había compromiso, pero una rutina en sí. Nosotros estábamos tan acostumbrados a soportar las tormentas que habíamos perdido la llama. No recordábamos como deleitarnos el uno al otro o divertirnos. Siempre teníamos la sensación de que la siguiente tormenta estaba a punto de estallar. Era un extraño tipo de estrés postraumático parental. Aunque Mike y yo éramos un buen equipo, los problemas de la vida se habían apoderado de nuestro proceso de conexión. Nuestra relación matrimonial se había convertido en un centro de mando gobernado por el propósito de resolver problemas. Si no teníamos un problema que resolver, ya no teníamos una forma de relacionarnos.

Nosotros nos encontrábamos en un patrón de gestión de crisis. Cada noche hablábamos sobre los desafíos de nuestros hijos, de nuestros padres enfermos o de nuestros amigos heridos. Ambos somos comunicadores decentes, por lo tanto, estos desafíos no llevaban a discusiones, sino a compartir el dolor. En cualquier noche, nos iríamos a la cama sintiendo una combinación de validación, logro o desesperanza dependiendo de las crisis por la cual estuviéramos pasando.

Cada etapa de la vida trae desafíos únicos a nuestros matrimonios. Los tornados de los niños pequeños. Los tifones de los adolescentes. La avalancha de los padres que envejecen. El dilema de la cuarentena. Cuando las tormentas vienen, la relación matrimonial a menudo es la primera en absorber los vientos tempestuosos, pero también se espera que evalúe y seleccione a qué problema darle prioridad. Así que, después de veinte años de matrimonio, les presento humildemente lo que hemos aprendido al estar atentos en la tormenta.

1. TU CÓNYUGE NO ES EL PROBLEMA

La crisis tensa las relaciones. Es fácil querer culpar a tu cónyuge cuando tú estás experimentando estrés. Después de todo, ¡tu cónyuge es el blanco más cercano!

Tu cerebro hace asociaciones y, a menudo, asocia a tu cónyuge con la crisis y el estrés. Esto puede hacer que te quieras "ir" o que veas a tu cónyuge como el enemigo. ¿Es de extrañar que muchos matrimonios se derrumban porque uno de los cónyuges busca escaparse a un bar, a una bolera o a un burdel?

A medida que el estrés ocurre en tu cerebro, apagará la parte relacional del cerebro y lo pondrá en modo de resolución de problemas. Puede que tú y tu cónyuge tengan diferentes estrategias para resolver el problema, pero como tu cerebro ha “apagado” la parte relacional, es difícil contemplar su estrategia. ¡Lo único que ambos quieren es que el problema se acabe! Cualquiera sea el desafío, recuerda que los problemas relacionales requieren soluciones relacionales.Esperen, oren y conversen sobre las cosas una vez que estén en un buen estado emocional y puedan ver a su cónyuge como un recurso y compañero de equipo.

2. EL PROBLEMA NO ES EL PROBLEMA.

La crisis no es el problema. El problema es tu propia y única reacción emocional y espiritual a la crisis.

En definitiva, tú solo puedes manejar una crisis tan bien como manejes tus propias emociones sobre ésta.

La mayoría de la gente que camina por este planeta toma decisiones basadas en evitar una emoción negativa la cual no sabe cómo manejar. Es fácil creer que, si puedes controlar el problema, entonces todos los sentimientos se arreglarán. Pero esos sentimientos están revelando algo sobre tu alma. Revelan algo sobre tus ídolos y tus heridas. Están revelando las áreas en donde Dios quiere que crezcas y sanes. Para ver más de esto, visita https://www.yourbrainonjoy.org/new-page-3.

3. DEBES APRENDER A JUGAR

Es Irrelevante para los problemas de la vida. Es innecesario y no tiene propósito, por lo cual su relación necesita de juego. Nuevas investigaciones muestran la efectividad del juego para los adultos. El juego aclara tu mente y te da la oportunidad de intentar algo nuevo y fallar sin consecuencias. Durante una temporada de crisis, el juego puede difuminar un poco la intensidad de la vida y hacer que se rían juntos. Para nuestro matrimonio, ¡esto significa clases de baile, caminatas largas sin rumbo o incluso una ronda entusiasmada de juegos que te hagan reír! Estos momentos robados no pueden cambiar tu realidad, pero pueden cambiar la manera en que experimentas tu realidad.

4. UNIENDO LOS ESCUDOS EN LA BATALLA

Compartir el dolor es importante. Sentirse escuchado es importante. Necesitamos saber que no estamos solos y que somos un equipo afrontando la crisis. Pero no nos podemos mantener ahí. Después de la validación, debemos pasar del dolor a los propósitos que Dios tiene para nosotros, mientras avanzamos en la verdad y la alegría.

5. DEBES AMPLIFICAR LA ALEGRÍA

Filipenses 4:8 NVI dice: “Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio”.

Siempre tenemos la opción de elegir a dónde conducen nuestras conversaciones. Pueden conducir a la gratitud o a los problemas. Cuando cultivamos nuestra alegría juntos, los problemas se sienten más pequeños y llevaderos.

6. A VECES DEBES "FINGIR HASTA QUE LO CONSIGAS"

Muchas de nuestras noches de citas comenzaron pasando por las etapas de una conexión. Pero a medida que entramos en el proceso de comunicarnos y centrarnos en el otro, esto ha dado resultados relacionales. 

Proceso predecible = progreso. Hay temporadas de la vida en las que no puedes esperar a que llegue el momento perfecto, espontáneo y romántico. Debes planear y ser fiel al tiempo de conexión.

Esa noche, mientras cenábamos, comenzamos un nuevo proceso de concentrarnos en la gratitud. Amplificamos la alegría en lugar de los problemas. Empezamos a soñar de nuevo con el futuro e incluso salimos del restaurante bailando, con pies ligeros y el corazón aún más ligero.

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